miércoles, 17 de marzo de 2010

LA VERDAD DENTRO DE LA NUEVA CIENCIA


Ya nunca más deberemos tener la pretensión de predecir con exactitud qué ocurrirá en el desarrollo de la sociedad mundial; basta recordar los fenómenos de la unificación de Alemania, de la caída del socialismo realmente existente, de la globalización de la economía y todas sus implicaciones. Ahora es claro que a partir del conocimiento de la sociedad actual no podemos necesariamente inferir el futuro de la misma, en otras palabras, "el mañana ya no está contenido en el hoy" (Prigogine, I; Stengers, I.).
Podemos sí programar, planificar y ordenar nuestros pasos hacia una sociedad más humana y justa, como asignación de un sentido a nuestra historia, sentido del cual es responsable el genero humano. Es precisamente esa ausencia de una racionalidad distinta a la tradicional la que nos ha llevado a perdernos en la guerra, la violencia y en la persistente polarización de las fuerzas y del pensamiento; echo que pone en evidencia la necesidad de nuevas estrategias y mecanismos regionales, nacionales e internacionales de un profundo sostén de consenso, participativo y de perspectiva de análisis complejo que neutralice la barbarie social.
Esto no será posible, entre otras cosas, sin repensar un nuevo orden económico internacional, sin proyectar un desarrollo alternativo, sin una orientación política no tradicional, sin una propuesta de integración e intercambio común entre las Américas y los demás continentes basada en la equidad (en su connotación precisa, no cepalina) y, el respeto de las diferencias de los pueblos en un proceso mancomunado y amplio de transferencia y generación de ciencia y tecnología. Para alcanzar lo que queremos hacer, tenemos que hacer lo que queremos alcanzar. Se trata de una espiral dinámica.
En el siglo pasado se pensó (y aún bien entrado el siglo XX) que el sólo desarrollo de las fuerzas productivas nos llevarían a la construcción de una sociedad más justa. Hoy sabemos que esto no es así por la experiencia misma de los países más desarrollados; si no que a las fuerzas de producción hay que sumarles las relaciones de producción o, para decirlo en términos habermasianos, el trabajo y la interacción son un todo integral que se orienta por un interés emancipativo. Es precisamente este interés el que le da sentido, como una "flecha del tiempo", a la lucha permanente por la vida en todas sus dimensiones en razón de que el tiempo no es reversible, sino que éste mismo es una pluralidad de tiempos. Por esto mismo surge la necesidad de una crítica de la razón en tanto que caracterizada como una gran totalidad, desconociéndose que éste, como el universo actual, se encuentra abierta a todas las posibilidades. No en vano señala Prigogine-Stengers que, "tanto en el ámbito microscópico como en el ámbito macroscópico, las ciencias de la naturaleza se han liberado de una concepción estrecha de la realidad objetiva, que cree deben negar en sus principios la novedad y la diversidad en nombre de una ley universal inmutable. Se han liberado de una fascinación que nos representaba la racionalidad como cerrada, el conocimiento como en vías de terminación. Están desde ahora, abiertas a lo imprevisto, del cual ya no hacen el signo de un conocimiento imperfecto, de un control insuficiente. Desde ahora se han abierto al diálogo con una naturaleza que no puede ser dominada con una mirada teórica, sino solamente explorada, con un mundo abierto al cual pertenecemos, en la construcción del cual participamos".
Pero junto a las ciencias naturales, también se han liberado las ciencias sociales, ya que con el desarrollo de la lógica, junto con la problematización lógica de las matemáticas se hace menester enjuiciar la lógica aristotélica y el absoluto del saber en general, que se ha infiltrado en la racionalidad humana hasta convertirse en supuesta condición natural del hombre de continua e inviolable permanencia, haciendo de la razón clásica el único criterio válido de formulación.
El principio de identidad junto con los principios de no contradicción y tercero excluido, son fundamento de la lógica aristotélica que hoy ha perdido su vigencia determinista de la que gozaba (sin desconocer su importancia histórica y actual), pues en el ámbito microfísico existen elementos que tienen propiedades que se verifican en tipos de experiencias diametralmente opuestos; y hasta el surgimiento de la física cuántica no se explica este fenómeno de corpúsculos y ondas que de entrada son excluyentes. Este hecho debilita la categoría de unidad y la hace relativa a una interacción puesto que la nueva ciencia de la física no trabaja con individualidades sino con conjuntos o conglomerados.
En esta escala atómica se presenta un fenómeno de complementariedad y por eso mismo es necesario fusionar (al igual que espacio y tiempo) corpúsculos y ondas en el concepto corpúsculo-onda, porque sólo esta integración seguirá teniendo independencia real. Esto es así en tanto que el mundo atómico no responde a un orden de representación visual ni a una simple manipulación mental, es simplemente una propiedad objetiva de ciertos fenómenos y objetos físicos; mal haríamos al tratar de acomodarlos a un orden de continuidad y fijación que no les pertenece y que está lejos de ser una fiel representación mental de su naturaleza.
Naturaleza que corrobora la instancia discontinua, no lineal y de saltos, que da validez racional al rompimiento epistemológico con las concepciones de lo idéntico y sustancial en la dimensión de lo real y cotidiano. Este mundo de cosas nuevas no es privativo de una escala atómica sino también de una escala macroscópica porque la necesidad de lógicas polivalentes responde a factores y circunstancias prácticas de la vida, ya que la simple cotidianidad no es comprensible de manera adecuada a partir de la dicotomía predicativa de verdadero y falso, como mero encasillamiento particular y social del sujeto.
Ahora, el problema no se resuelve con la abolición (en sentido lato) de la racionalidad o lógica clásica, sino con la validez de la coexistencia de sistemas lógicos divergentes (lógicas regionales, culturales) junto a la lógica tradicional bivalente. Esto conduce directamente al problema de la verdad, que con la aparición de las geometrías no euclídeas y el desarrollo de las lógicas plurivalentes se excluye toda pretensión de verdad única y determinante; esto es reforzado por los diversos sistemas de la ciencia, de tal manera que la matemática como la ciencia por excelencia, en razón de su universalidad y necesidad, no cuenta por ningún motivo, con una verdad absoluta. La verdad matemática es tan relativa e histórica como lo es cualquier rama del saber, ya sea social o natural. La verdad matemática y geométrica se determina en razón de su coherencia lógica al interior del sistema mismo y, su utilización empírica es cuestión de elección por comodidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario